Plataformas que analizan métricas de flujo, bots que formulan preguntas incisivas y simuladores de conversaciones comprometidas se proponen como coaches para empresas. ¿Qué papel asumen y con qué implicaciones en la confianza y la cultura?
El coaching de equipos ágiles se está llenando de propuestas. Algunas se presentan como “AI coach” para managers, otras como plataformas de “systemic coaching” para transformaciones 360; otras como asistentes específicos para scrum masters, product owners o equipos de producto. Suelen ofrecer demos espectaculares: paneles que cruzan métricas de flujo con encuestas de clima, chatbots que hacen preguntas incisivas, simuladores de conversaciones delicadas y estímulos personalizados para “empujar” a los líderes hacia ciertos comportamientos.
La cuestión no es sólo si estas herramientas son “buenas” o “malas”, sino si encajan con el tipo de acompañamiento que necesita un equipo ágil, y sobre todo, cómo se implantan en contextos reales donde hay psicología de grupo, política interna, deuda técnica, presión por plazos y culturas más o menos maduras en agilidad.
Un ecosistema heterogéneo: de los coachbots corporativos a los asistentes ágiles
Con la etiqueta de AI coaching conviven varias soluciones. Por un lado, plataformas de desarrollo de liderazgo que utilizan IA para hacer coaching a managers y directivos; por otro, sistemas de coaching sistémico para grandes cambios organizativos; y, más recientemente, asistentes especializados en coaching para equipos ágiles y roles como scrum master o agile coach.
Coaching humano + IA
En el mundo del coaching corporativo general, varias soluciones combinan coaching humano con IA.
- CoachHub, por ejemplo, se presenta como una plataforma global de coaching digital y “AI coaching”, con un componente de IA llamado AIMY que ofrece conversaciones de coaching personalizadas, ayuda a escalar programas a toda la plantilla y utiliza la inteligencia artificial para ajustar el matching, el seguimiento y la medición de impacto.
- Coachello sigue una lógica similar: mezcla coaches humanos con una capa de IA que analiza sesiones, sugiere información valiosa y aporta analítica en tiempo real sobre participación y progreso, con un enfoque explícito en liderazgo y coaching ejecutivo a escala.
Simulación y roleplay
Tenor se centra en el desarrollo de liderazgo mediante simulaciones realistas con voz, donde los managers practican conversaciones difíciles (feedback, compensación, despidos, cambios estratégicos) con personajes de IA y reciben feedback inmediato y analítica sobre patrones de comunicación.
Skillsoft, a través de su herramienta CAISY, ofrece algo parecido: un simulador conversacional que permite practicar situaciones de comunicación y liderazgo y devuelve feedback detallado, pensado sobre todo para grandes organizaciones.
Chatbots como mentores virtuales
Ask Aura, construida sobre la experiencia de Humantelligence en psicometría, promete coaching contextualizado “en el flujo de trabajo” para managers y empleados, usando datos de estilo de trabajo y contexto organizativo para adaptar sus consejos.
Rocky.ai ofrece micro-sesiones diarias de cinco minutos orientadas a desarrollo personal y habilidades blandas, con un chatbot que guía la reflexión y construye trayectorias personalizadas de crecimiento.
Plataformas como TalentLMS incorporan un “AI Coach” directamente en el LMS: un tutor que responde dudas sobre los cursos, resume contenidos y genera preguntas para reforzar el aprendizaje durante la formación.
Coaching conversacional con IA y asistido por IA
Más cerca del cambio organizativo y el trabajo con sistemas, Pandatron se presenta como una plataforma de change management basada en coaching conversacional por IA: ofrece “micro-coaching” escalable para miles de personas, integra ciencia del comportamiento y genera información y análisis agregados para RRHH y líderes sobre cómo evoluciona la cultura o la adopción de cambios. Coachello, desde el ángulo de “systemic coaching platform”, enfatiza también ese enfoque: integrar el coaching en una arquitectura de cambio más amplia, acompañar líderes y equipos, y usar la tecnología para medir y ajustar el impacto.
A esto se suma un grupo de herramientas diseñadas expresamente para mejorar el rendimiento de equipos a través de coaching asistido por IA. La literatura académica recoge ya experimentos con agentes de IA que observan el trabajo de los equipos, aprenden modelos de comportamiento colectivo y lanzan intervenciones puntuales para alinear al equipo y mejorar la coordinación; el sistema Socratic, por ejemplo, ha demostrado en ensayos controlados que un “coach” de IA que detecta desalineaciones y sugiere pausas y ajustes puede mejorar el rendimiento y es percibido como útil por los participantes.
IA en agilidad
En el terreno específicamente ágil la oferta se hace aún más concreta. oNabu se define directamente como “Your AI Team Coach”: se integra con Jira y Azure DevOps, analiza reuniones y canales de Slack/Teams para actualizar automáticamente el estado del trabajo, surfear dependencias, aflorar bloqueos y ofrecer “tácticas diarias” para equipos y management, con foco en visibilidad, riesgos y mejora continua.
Performalise plantea un “AI coach” orientado a ayudar a equipos scrum y de producto a practicar agilidad de forma más efectiva, combinando analítica en tiempo real con guías paso a paso para que scrum masters, product owners y líderes puedan detectar cuellos de botella, priorizar mejor y conectar prácticas con resultados.
Otras soluciones adoptan el lenguaje de la agilidad para ofrecer acompañamiento más estructural. CaDoMi.ai, por ejemplo, ofrece un marco de transformación ágil que incluye un motor de métricas de agilidad con AI-powered coaching basado en comportamientos observables: evalúa cómo se planifican los sprints, cómo se gestiona el backlog o cómo se llevan a cabo los eventos, y genera feedback estructurado sobre madurez y prácticas.
Scrum Team Agent se presenta como un AI Scrum Master que ofrece guía estratégica, analítica accionable y apoyo 24/7 a equipos scrum, integrado en las herramientas de trabajo.
Y soluciones como Henrik, de Agile Academy, ponen el foco en el profesional ágil: un coach de IA entrenado en el contenido de la academia, orientado a scrum masters y agile coaches, que además se complementa explícitamente con soporte humano para cuando la IA se queda corta.
En paralelo, empiezan a proliferar formaciones para “AI coach” orientadas a agilistas, donde se enseña a scrum masters y agile coaches a aprovechar herramientas como ChatGPT o Copilot para resumir reuniones, preparar eventos, automatizar reportes y diseñar experimentos, con módulos específicos sobre ética, protección de datos y buenas prácticas.
En resumen, el paisaje que encuentra hoy un agile coach va desde plataformas masivas de coaching corporativo con IA, pasando por bots conversacionales que acompañan en el día a día, hasta asistentes especializados en agilidad que se integran profundamente con las herramientas de producto y desarrollo. El abanico es amplio… y la pregunta es qué hacer con él.
Consideraciones críticas y pautas para un uso sensato en equipos ágiles
Una primera idea importante es que muchas de estas herramientas no hacen “coaching” en el sentido clásico de la palabra, sino variaciones de tutoría, simulación o acompañamiento guiado.
Estudios recientes en entornos de formación muestran, por ejemplo, que asistentes de IA que actúan como tutores o simuladores pueden superar en algunos casos la formación tradicional en retención de conocimientos o práctica de habilidades concretas; pero estos mismos trabajos señalan que se trata de entornos muy acotados, con objetivos específicos y bien definidos. Es decir: son excelentes para practicar conversaciones difíciles, integrar contenidos o reforzar habilidades, pero no necesariamente para sostener procesos complejos de cambio de mentalidad o cultura de equipo.
Los organismos profesionales de coaching también están marcando límites. La International Coaching Federation ha publicado un marco específico de “AI Coaching Framework and Standards” donde reconoce el potencial de la IA para ampliar la accesibilidad y la eficiencia del coaching, pero subraya riesgos claros: sesgos en los modelos, problemas de confidencialidad, pérdida de autonomía del cliente y opacidad de los algoritmos. Insiste en que los sistemas de AI coaching deben integrarse respetando la privacidad, garantizando transparencia sobre el uso de IA, manteniendo al cliente en el centro de la relación y evitando que la tecnología sustituya la responsabilidad profesional del coach.
Desde la práctica, distintas voces en el sector coinciden en varios puntos críticos. Una de las preocupaciones más repetidas es la gestión de datos: las plataformas de AI coaching suelen necesitar acceso a información sensible (registros de conversaciones, encuestas de clima, métricas de rendimiento) para personalizar sus recomendaciones, lo que obliga a revisar con lupa aspectos de privacidad, cumplimiento normativo y gobierno del dato dentro de la organización. Otra es la tentación de utilizar estos sistemas no sólo para desarrollar a las personas, sino también para evaluarlas y clasificarlas, lo que puede erosionar la confianza de los equipos si sienten que cada interacción es “materia prima” para juicios sobre su desempeño.
En contextos ágiles esto se vuelve especialmente delicado. Muchas de las herramientas orientadas a equipos de producto y desarrollo extraen datos de Jira, Azure DevOps o herramientas de colaboración para extraer información valiosa sobre flujo, productividad o clima. En teoría, esto puede ayudar mucho a un agile coach: detectar patrones de tiempo de ciclo, identificar dependencias crónicas, ver qué tipos de historias generan más retrabajo o en qué momentos del roadmap se hunde la moral. Pero si no se gestiona bien, el mensaje que llega al equipo puede ser “estamos monitorizando todo lo que haces y una IA va a decir si estás trabajando bien o mal”.
Aquí aparecen varias recomendaciones prácticas que se repiten tanto en el marco de la ICF como en artículos recientes centrados en el uso de IA en coaching y liderazgo: mantener siempre a los humanos “en el circuito”, ser transparentes con las personas sobre qué hace exactamente la IA y con qué datos, clarificar que la herramienta no tiene autoridad moral (sus recomendaciones son hipótesis, no sentencias) y separar claramente el uso de la IA para aprendizaje del uso para evaluación formal.
Desde la perspectiva del agile coach, esto se traduce en una pregunta muy sencilla, pero incómoda: ¿en qué partes de mi trabajo quiero deliberadamente apoyo de IA, y cuáles quiero proteger como espacios estrictamente humanos?
Datos y análisis
En la capa de datos y análisis la IA puede ser un aliado potente. Herramientas como oNabu o Performalise permiten cruzar información de trabajo real con señales de clima y generar “fotografías” del sistema que serían muy difíciles de construir a mano. Un coach ágil puede utilizar esos insights para llegar a la retrospectiva con preguntas más finas: por ejemplo, sabiendo que los tiempos de ciclo se disparan cuando aparecen ciertas dependencias o que el retrabajo se concentra en determinadas áreas del producto.
La clave es que las métricas no sustituyan a la conversación, sino que la abran.
Preparación personal
En preparación personal los asistentes de IA pueden ser un buen sparring para el propio coach o el scrum master: simular conversaciones difíciles, explorar alternativas de facilitación para una retro tensa, reescribir una invitación a una review con un tono más claro, o incluso pedir a un asistente especializado en agilidad que critique un diseño de evento. Herramientas como Henrik o los cursos de “AI Coach” para agilistas se apoyan precisamente en esta idea: la IA amplifica tu capacidad de preparar, no te sustituye en la sala.
Donde los límites se vuelven más claros es en la relación y la ética. La literatura y las propias organizaciones que venden AI coaching reconocen que estos sistemas no tienen el mismo grado de comprensión matizada del contexto humano que un coach experimentado (Student Use Cases or AI).
No ven las microexpresiones, no perciben cómo afecta una reestructuración al ánimo de un equipo, no negocian con un comité de dirección para cambiar una política tóxica de incentivos, no sostienen el malestar de alguien que está rozando el burnout.
Pueden sugerir preguntas o “intervenciones tipo”, pero no se hacen responsables de las consecuencias de introducir esas intervenciones en un sistema humano complejo.
En una retrospectiva de un equipo con mucha tensión acumulada, por ejemplo, un sistema tipo Socratic sería muy bueno detectando patrones de desalineación y proponiendo pausas o preguntas para alinear el plan; pero la decisión de abrir o no ciertos melones, de cómo cuidar a las personas que están en la sala y de qué hacer con lo que emerge sigue siendo profundamente humana (Socratic: Enhancing Human Teamwork via AI-enabled Coaching).
Cultura y propósito
Algo parecido ocurre con la cultura y el propósito. Varios artículos advierten del riesgo de tratar la IA como una vía rápida para “arreglar” problemas de liderazgo o cultura sin abordar las causas sistémicas: usar coachbots para que los managers “gestionen mejor” conversaciones difíciles pero no revisar las estructuras que generan sobrecarga, inequidad o cinismo; automatizar nudges de bienestar mientras se mantienen prácticas de planificación que ignoran sistemáticamente el coste de demora y la sostenibilidad del ritmo (Amplifying with AI: L&D’s Role in Scaling Collective Intelligence).
La IA puede ayudar a sostener nuevas prácticas, pero no puede decidir qué tipo de organización se quiere ser.
Optimizar agile coaching, no sustituirlo
Por eso, el mensaje que va emergiendo de la combinación de estudios, marcos éticos y experiencias de implementación es bastante consistente: pensar la IA en coaching como optimización, no como sustitución. En equipos ágiles, esto implica un reparto de papeles: dejar que las máquinas hagan lo que mejor hacen (analizar datos, detectar patrones, ayudar a practicar habilidades, estar disponibles 24/7 para pequeñas reflexiones guiadas) y reservar para el agile coach —o para la red de liderazgo ágil— lo que realmente importa: construir seguridad psicológica, sostener conversaciones difíciles, mediar en conflictos, cuestionar la forma de tomar decisiones y conectar la mejora continua con una visión de producto y de organización más humana.
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