Aunque habitualmente el éxito se ha relacionado con el coeficiente intelectual, para Goleman este no es el único factor que puede influir: la inteligencia emocional también puede determinar el éxito personal y profesional. Es la capacidad para identificar nuestras emociones y las de los demás, y gestionar las propias para guiar nuestros comportamientos.
Para Goleman, esta inteligencia se compone de cinco elementos fundamentales para el desarrollo personal y profesional: autoconciencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidades sociales. Cada uno de ellos pueden aprenderse y fortalecerse, especialmente durante la infancia.
Y para ello es fundamental la educación emocional desde la infancia, así como la responsabilidad compartida de dicha educación: esta no sólo depende de tutores o profesores, los padres y madres deben ayudar a desarrollar estas habilidades, esenciales para construir relaciones saludables.
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